Parece que los fócidos no cuentan con una estructura social definida. Lo que nosotros apreciamos a simple vista nos revela un panorama caótico, ruidoso y desordenado, pero lo cierto es que sí cuentan con un tipo de orden social.
Algunas de ellas se organizan por sexos y están regidas por un macho dominante, pero no todas cuentan con este sistema. Algunas focas son solitarias y por lo tanto no socializan dentro de grandes grupos.
Ejemplares como los elefantes marinos realizan largas migraciones en busca de comida, mientras otros fócidos son más sedentarios y se desplazan a pocos metros dentro de su zona habitual. Estas especies también han mostrado formar grandes harenes mientras otros se rigen bajo la monogamia.
Algunas batallas entre machos de elefantes marinos son sangrientas y exhaustivas.
Los machos dominantes más fuertes de elefantes marinos se determinan mediante batallas, muchas de ellas sangrientas y exhaustivas. Si algún miembro masculino entra a un área ya dominada, tendrá que enfrentarse a un enorme rival irritado. Ambos realizan estruendosos ruidos vocales mientras abren la mandíbula y se posicionan frente a frente. Después de unos segundos, si ninguno desiste, se desata el enfrentamiento.
Los dos contrincantes levantan hasta dos tercios de su cuerpo para azotarlo encima del otro. Cuello y cabeza son utilizados para los golpes y los dientes son clavados como filosos cuchillos letales. Esta etapa termina cuando uno de ellos se aleja, muchas veces malherido.
A diferencia de los miembros masculinos, las hembras no se organizan por medio de una escala jerárquica, enfrentamientos salvajes o algo similar. No existe matriarcado ni una hembra dominante.
Las focas se comunican bajo el agua y responden ante las llamadas individuales; también con esto atraen a otros compañeros y coordinan grupos dependiendo la especie y la situación. Algunas veces emiten bufidos agresivos y movimientos corporales para mantener su distancia ante otros fócidos.
Los juegos son frecuentes entre las focas. Se ha observado convivencia amena entre ellas donde se efectúan salpicaduras y contactos suaves con la boca y aletas.
Comunicación con seres humanos
La relación comunicativa entre las focas y los seres humanos es buena. Estos mamíferos semiacuáticos suelen demostrar comportamientos afectivos y amigables, permitiendo ser tocadas y acariciadas, incluso con especies supuestamente agresivas como la foca leopardo.
El fotógrafo de National Geographic, Paul Nicklen, narró el encuentro que tuvo con una foca leopardo durante una expedición a la Antártida, donde resaltó el momento en el que un ejemplar de esta especie trató de alimentarlo con pingüinos durante cuatro días, sin mostrar signo alguno de violencia. Esto sin duda rompe con la creencia de que las focas leopardo son hostiles. Desde luego que son agresivas pero ante sus presas y ante amenazas que las rodean; ellas nunca tienen la intención de matar sin razón alguna.
Las focas leopardos tienen mala reputación, pero no son tan agresivas como se cree.
Otro ejemplo está en el caso de la bióloga Lisa Kelly, quien se sumergió en aguas antárticas como parte de una investigación, cuando pocos segundos después se percató de la presencia de una enorme foca leopardo hembra. Revela que al observarla sintió mucho temor y nerviosismo, y más por el hecho de que era la primera vez que se enfrentaba a un gran depredador, pero cuando se dio cuenta que esta simpática foca solo nadaba curiosamente a su alrededor y hasta daba vueltas en el agua, reafirmó su creencia de que el hombre otorga malas reputaciones a cientos de animales que simplemente actúan de acuerdo con su instinto y necesidades.
Madres y crías
Los vínculos más fuertes se observan entre las madres y sus crías, quienes mantienen frecuentes contactos físicos entre nariz, cuello y cabeza durante los juegos o situaciones de protección. También emiten una serie de vocalizaciones esenciales para una buena comunicación afectiva.
Una madre puede reconocer a su cría aún entre el ruido de una colonia.
Los pequeños son prioridad para las madres pero no tanto para los machos. Si ellas no los procuran con atención pueden ser víctimas de aplastamientos accidentales o ataques sorpresivos.
Cuando la madre está en el agua y saca su cabeza fuera de la superficie, es capaz de escuchar las vocalizaciones de su cría, sin importar si esta se encuentra dentro o fuera del agua. De igual manera, logran distinguir los sonidos vocales de su descendiente entre todas las crías que estén presentes en la colonia. ¿Asombroso, verdad?